Tener una mascota es un placer y una satisfacción enorme y constante. Pero también conlleva obligaciones que no pueden desatenderse y que, en muchos casos, demuestran si somos cívicos o no.
Quienes contamos con un perro en nuestra vida, sabemos que tenemos, como mínimo, tres citas ineludibles con nuestros peludos. Sacarlos a pasear es fundamental. Para que estiren las patas, se ejerciten, se desfoguen un poco, jueguen u olisqueen a otras mascotas y, obviamente, para que hagan sus necesidades.
Nadie cuestiona que los perros deban hacer sus necesidades en el entorno urbano. A fin de cuentas, es tan nuestro como suyo. Ahora bien: como aristopadres tenemos la obligación de asegurarnos de que la calle quede tal y como estaba, tras el paso de nuestra mascota. Eso constituye un acto de civismo y de urbanidad hacia nuestros vecinos, pero también contribuye a mejorar la imagen de las mascotas en la sociedad y desacreditar a quienes las acusan de ensuciar sus ciudades. Porque seamos claros: las mascotas no son sucias; lo son, en todo caso, sus dueños.
La ciudad es de todos, es nuestra gran casa. Y todos querríamos verla limpia. Por eso, a título individual, cada persona debe evitar ensuciarla. Eso pasa por no tirar desperdicios al suelo, pero también por recoger los excrementos de nuestros perros. Parece cuestión de sentido común, pero la verdad es que no lo es.
El Ayuntamiento prepara una campaña de multas contra todos aquellos que dejen las heces de sus perros u otros animales en las calles o en los parques. La ordenanza va a ser muy dura. Las sanciones oscilarán entre 751 y 1.500 euros, aunque pondrán compensarse con trabajos voluntarios para la comunidad, relacionados con la limpieza de las calles, cómo no. Barrer o limpiar de nueve de la mañana a dos de la tarde, los sábados y domingos, será el castigo impuesto para todos aquellos que ensucien la ciudad. Cada 100 euros de multa equivaldrán a cuatro horas de trabajo, por lo que harán falta muchas horas para compensar la multa por faltas graves… y, además, un tutor vigilará que se lleve a cabo satisfactoriamente la labor.
La Ordenanza de Limpieza de Espacios Públicos califica como infracción grave el incumplimiento de la obligación de recogida y limpieza inmediata de las deyecciones de perros u otros animales. De esto se hará responsable a la persona que lleva al animal y, de forma subsidiaria, a su dueño.
Las estrategias “antiexcrementos” son una constante en la mayoría de municipios. En 2013, Galapagar anunció una patrulla “anticacas” con inspectores de incógnito. Mientras que en Brunete, los excrementos se enviaban de vuelta a los responsables, dentro de una caja, como aviso antes de multar. En 2014, Colmenar Viejo contrató a detectives privados para grabar a los dueños en pos de pruebas incriminatorias. En Móstoles, se animó a voluntarios a convertirse en “patrullas caninas de información”. Y en Xàtiva (Valencia) se creó una base de datos con el ADN de los perros para identificar el excremento, de manera que el dueño pagaría posteriormente la multa y el análisis genético.
Forma parte de nuestro cometido recoger los excrementos de nuestros perros y otras mascotas. Ellos mismos no pueden hacerlo, aunque seguro que si pudieran serían mucho más respetuosos y cívicos que muchas personas. Por eso nos corresponde a nosotros hacerlo. Por algo somos sus aristopadres. De nosotros depende que la conciencia animal y el respeto por los animales vaya a más. Pero para eso, también nosotros debemos ser respetuosos con el entorno en el que vivimos.