La relación entre humanos y perros viene de lejos. De cuando el mundo era más hostil y ambas especies luchábamos por la supervivencia. O al menos esa es la tesis que apoyan en la película Alpha.
Alpha es una aventura con tintes muy épicos, que transcurre en el territorio que hoy conocemos como Europa, hace más de 20.000 años. Es decir, durante la última glaciación. El protagonista es un joven que, en su primera cacería con los mejores cazadores de su tribu, acaba siendo herido y dado por muerto (o por perdido), por el resto de sus compañeros. En esa época probablemente nadie se andaba con muchos miramientos e imperaba la máxima de “sálvase quien pueda”. Cuando el joven despierta se encuentra solo, en medio de un paisaje natural helado, agreste y hostil. Lejos de pararse a hacer fotos o de subir algún story a Instagram, como haríamos sus sucesores de hoy en día, Keda, que es como se llama el chico, solo tiene un objetivo: sobrevivir. En esas anda cuando se encuentra con un lobo que ha corrido una suerte similar: repudiado por su manada, vaga solo, preso de la desesperanza. Es así como, por pura necesidad, aprenden a confiar el uno en el otro, a apoyarse. Poco a poco la relación entre ambos se va estrechando. Se convierten en aliados inseparables. Y más tarde, quizás, en amigos, si es que el concepto de amistad era posible en una época tan ardua como suponemos que debía de ser la glacial.
Llegados a este punto, es momento de ver el tráiler de la peli:
La película, dirigida por el estadounidense Albert Hughes, es interesante. Su dirección de fotografía es sobrecogedora. Y el idioma “inventado” en el que se han rodado los escasos diálogos del film es, cuanto menos, curioso. ¿Es fidedigna? ¿Realista? Partiendo de la base de que no existe todavía ninguna teoría unánime sobre cómo surgió esa relación, la aproximación de este largometraje es perfectamente válida y encaja con la realidad supuesta en diferentes estudios. Entre ellos, el más reciente, publicado en Nature Communications, afirma que los perros modernos podrían provenir de un solo grupo de lobos domesticados en Europa hace alrededor de 40.000 años. Algo que se deduce por el alto grado de elementos genéticos que comparten las muestras antiguas de ADN y las modernas. Otro estudio, esta vez publicado en la revista Science sugiere que los perros fueron domesticados en dos momentos distintos y poblaciones de lobos diferentes, en Europa y Asia Oriental. Es decir, que puede que se produjeran dos momentos independientes de domesticación. Si no hay consenso científico, no se le puede pedir a una película que ilumine esta cuestión con una teoría definitiva Porque a fin de cuentas es eso: una película. Que ha arrasado en taquilla en Estados Unidos, sí, pero una película.
Lo que sí se le puede pedir a la película es que entretenga. Eso lo que cumple sin problemas. Y que dé que pensar o que remueva alguna conciencia. Puede este relato no nos aporte nada a nuevo a quienes amamos a las mascotas y sentimos un profundo respeto por el mundo animal y, por ende, tendemos a estar informados y a investigar. Pero viene bien que se sigan creando superproducciones de este tipo para sensibilizar especialmente a los colectivos que todavía tienen dudas. Si no sobre los perros, sí sobre los lobos. Recordemos que en España, sin ir más lejos, la visión que se sigue teniendo del lobo en muchas zonas es pésima. Quizás si recordamos que gracias a ellos y al paso de miles y miles de años hoy tenemos a nuestros ARISTOPERROS, la cosa cambie. Asimismo, generar conversación es una de las pocas maneras que tenemos de que nuestras preocupaciones con respecto al mundo animal sean tenidas en cuenta en el inaccesible ámbito legislativo.