Disfrutar de momentos de ocio en compañía de nuestros perros es uno de los placeres más auténticos de la vida. Porque nos permite conocernos mutuamente en otras facetas, relacionarnos juntos en entornos diferentes al de nuestro hogar y ver cómo nuestros amigos inician nuevas amistades con otros perros y se divierten con ellos. También nos permite (y eso es igual de importante) conocer a otros aristopeters, gracias al contacto de nuestras mascotas con otras, establecer contacto con personas que aman a los animales tanto como nosotros mismos y que comparten nuestra forma de vida.
Como resultado de eso, cada vez hay más propuestas de ocio pensadas para que los amantes de las mascotas podamos disfrutar, en compañía de nuestros mejores amigos. Sin trabas, sin límites y sin prejuicios absurdos.
A propósito de eso, una de las iniciativas que más nos ha sorprendido últimamente es la organizada por la sala de teatro “La Usina” de Madrid, que presentó hace poco “Ensayo de una despedida”. Una obra que trata sobre una mujer que se debate entre la mentira de la vida y la verdad de la muerte, mientras un espíritu intenta arrebatarle ese miedo a lo desconocido.
Esto, en principio, no tendría “nada de especial” de no ser porque se permitió a los asistentes disfrutar de la representación junto a sus mascotas. Una iniciativa sorprendente y pionera, que esperamos que abra paso a nuevas experiencias culturales “dog friendly”.
La obra “Ensayo de una despedida”, de la compañía Almanema, fue adaptada “mínimamente” para no provocar sobresaltos ni ruidos fuertes que pudieran alterar a los perros. Durante la representación, que duró cuarenta y cinco minutos, los perros presentes (Teo, Mari Puri, Panda, Pancho, Lana y Cronos) hicieron gala de un saber estar impecable (permanecieron sentados y en silencio) y dieron una lección de ejemplaridad a quienes auguraban que esta iniciativa sería un desastre. Eso sí: al concluir la obra, demostraron su entusiasmo con una ovación de cariñosos ladridos que el elenco y la organización, sin lugar a dudas, agradecieron.
A partir del éxito de esta iniciativa piloto cabe esperar que se imite en otros lugares y que, por lo que respecta a la obra en sí, el aforo vaya en aumento, de manera que muy pronto puedan asistir más personas con sus amigos de cuatro patas.
Queda claro así pues, que la experiencia de asistir al teatro en compañía de tu perro es algo único, pero cabe tener en cuenta que esto solo es posible si el perro está bien educado, es decir, si los dueños somos conscientes de nuestras responsabilidades y de que tenemos una obligación de autoaprender y de ser constantes.
En países como Francia es obligatorio un curso de educación canina, cosa que contribuye a que las personas sean más conscientes de lo que implica tener una mascota, pero también de que aprendan a tratarlas. De cara a la sociedad francesa, esto hace que los perros estén más adaptados e integrados. Algo que no vendría mal que sucediera en España para que el movimiento “dog friendly” fuera a más. Porque en realidad no hay nada que impida que los perros educados sean cada vez mejor recibidos en tiendas, bares, galerías de arte… e incluso teatros.
Esperamos que este post os haya interesado y que os anime a investigar las múltiples alternativas de ocio con mascotas que existen (¡cada día más!). Dicho esto, nos gustaría saber qué os parece esta iniciativa en concreto. ¿Habéis tenido ocasión de asistir a algún evento piloto en el que se pueda conciliar el ocio con la compañía perruna?
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