El Corgi galés de Pembroke es una raza originaria de Gran Bretaña. Los corgis son perros pequeños, paticortos, de orejas puntiagudas, activos, inteligentes, cariñosos y con gran personalidad. Durante siglos, los corgis fueron perros pastores, vigilantes perfectos de las granjas o cuidadores de niños. No es de extrañar, por todo ello, que la Reina Isabel II de Inglaterra los haya elegido como mejores amigos.
A sus 90 años, la monarca tiene cuatro corgis. Estos perros se han ganado su corazón y su confianza, y también, por qué no decirlo, un buen sitio en el palacio de Buckingham. La reina heredó su amor por los corgis de su padre, Jorge VI, que tuvo uno llamado “Dooki”. Al poco tiempo llegó “Jane”. Y cuando la reina cumplió la mayoría de edad, su padre le regaló una corgi a la que llamaron “Susan”, que pese a ser algo agresiva (tras atacar a varios miembros del servicio tuvieron que ponerla en manos de un psicólogo canino), fue la más fiel compañera de la reina durante los quince años que vivió en palacio.
Precisamente en palacio, los cuatro corgis que tiene Isabel II actualmente disponen de una habitación (la Corgi’s Room) en la que cada uno tiene un lecho de mimbre elevado. Los corgis de la reina viven como reyes y tienen un especialista que les prepara una dieta personalizada y adaptada a las necesidades de cada uno de ellos. Los perros de la reina comen en un cuenco de plata y porcelana, por orden de antigüedad. Su dieta incluye bistecs, pechugas de pollo, una salsa casera e, incluso, unos pastelillos típicos del Reino Unido conocidos como “scones”.
Actualmente, Isabel II ya no acepta más corgis, porque tiene miedo a que, por su baja estatura, puedan provocarle una caída. Pero sin lugar a dudas, los adora. Prueba de ello es que dos de ellos aparecieron junto a ella y Daniel Craig en uno de los vídeos promocionales de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012.
Todas las mascotas de la Familia Real Británica reciben sepultura en un pequeño cementerio de Sandringham House, la casa de campo de 32 kilómetros cuadrados que posee la familia en la costa de Norfolk, al este de Inglaterra. El camposanto fue fundado en 1887 por la Reina Victoria para enterrar a “Noble”, su adorado Border Collie.
En general, toda la dinastía mantiene su amor perruno y son aristopeters. Isabel II, en 1955, le regaló a sus hijos Carlos y Ana dos corgis llamados “Whisky” y “Sherry”. Posteriormente, El Príncipe de Gales tuvo a “Harvey”, un labrador amarillo, y a “Tigger”, un jack rusell terrier que fue su favorito. Ahora tiene cuatro rusell, el último de ellos fue rescatado de un refugio de animales. Los nietos han seguido con la tradición y el más conocido es “Otto”, un cocker spaniel negro.
Queda claro que a la familia real británica ama los perros. Puede que porque cuando uno tiene un estatus semejante, le resulta difícil confiar y abrirse a los demás. Por eso encuentran en los perros un amor y una amistad incondicional que nadie en el mundo entero puede brindarles.
