Los mastines tibetanos o dogos tibetanos ostentan el (dudoso) privilegio de ser los perros más caros del mundo. En China existe un verdadero furor por estos perros, sobre todo entre los nuevos ricos del país, una clase emergente y algo disparatada, capaz de llevar a cabo ostentaciones de todo tipo. Incluso de pagar dos millones de euros por uno de estos mastines. Lo que le valió a la persona en cuestión y a su nuevo perro batir un récord mundial: el del perro más caro del mundo.
Los mastines tibetanos son originarios del Tíbet y la suya es una de las razas más antiguas. Tradicionalmente han sido perros guardianes por sus colosales dimensiones (pueden llegar a pesar setenta kilos), su fuerza, su carácter forjado durante el curso de los siglos, su lealtad y su ferocidad. Tanto es así que en un zoo chino se pretendió hacer pasar a uno de estos perros por un león, como podéis leer aquí. Pero dejando las anécdotas a un lado, en el Himalaya aún hoy los pastores cuentan con mastines tibetanos para guardar sus rebaños. Y muchos otros son los “custodios” de los monasterios tibetanos.
Sin embargo, en la última década los mastines tibetanos se han convertido en un símbolo de estatus. En China los consideran “objetos de lujo”. Las leyendas y los mitos alrededor de esta raza, así como su herencia cultural, han hecho que crezca el interés sobre ellos. Y que se desarrolle una verdadera industria en torno a los mastines tibetanos. Una industria muy potente que genera entre 250 y 330 millones de dólares al año.
Es innegable que los mastines tibetanos son preciosos e impresionantes. Pero dentro de esta raza, hay “diferentes niveles”. Y unos ejemplares valen más que otros. En ese sentido, el pelaje (cuanto más grueso, tupido y suave, mejor que mejor), el grosor de sus patas, el peso y la estatura condicionan el precio que puede llegar a pagarse por un mastín tibetano. Si su cabeza se asemeja a la de un león, las cifras se disparan. Además, en el caso de los perros, cuanta mayor sea su descendencia, más valen. De ahí que en los criaderos los perros no se apareen de forma natural, sino que se realicen inseminaciones artificiales para garantizar una extensa prole (y para que el negocio siga creciendo).
No existe apenas legislación en el negocio de los mastines tibetanos en China. Los precios no están regulados. Por lo que un perro puede valer lo que alguien esté dispuesto a pagar por él. Se trata de oferta y demanda. Con todo lo que eso implica. Y con el peligro que puede conllevar para los perros.
Fuera de Asia la presencia de los mastines tibetanos no está muy extendida. Puede que ni siquiera veamos uno en directo en toda nuestra vida. Pero no queríamos dejar pasar la oportunidad de hablaros de estos extraordinarios perros y de su situación. Porque nos encantan las mascotas. Tanto las que están cerca como las que están lejos. Y nos preocupa que se conviertan en bienes de consumo, en objetos de lujo, sujetos a las modas.
Si queréis saber más sobre este tema, no os perdáis este reportaje elaborado por Vice China.
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