Quienes compartimos nuestra vida con ARISTOPETS no podemos evitar preguntarnos cómo sería estar en su piel. Qué piensan, qué sienten, cómo interpretan la realidad que los rodea, cómo nos ven… Los observamos muchísimo, intentando imaginar todo eso, pero es difícil. Bien sabido es que los sentidos de los animales están más evolucionados que los nuestros.
De hecho, los de los ARISTOGATOS están a años luz. Los felinos tienen una vista y un olfato que es 14 veces superior al nuestro. Y en cuanto al oído, son capaces de oír 2 octavas más agudas que nosotros. Esto implica que su capacidad de recibir ruido es similar, sin embargo, puede recoger sonidos que son mínimos e insignificantes. Ruidos o sonidos que nosotros no oímos ni a la de tres porque nuestros tímpanos, por lo común, tienen un rango dinámico de aproximadamente 60 a 100 decibelios en el rango de 10 Hz a 10 kHz.
El rango dinámico es la diferencia de nivel de presión sonora que existe entre los sonidos más suaves y los más fuertes que podemos oír. Dicho con un ejemplo, un sonido suave sería el aleteo de una mariposa. Y uno fuerte, un disparo. Pues bien normalmente nosotros no somos capaces de detectar el primero, mientras que el segundo no solo lo detectamos sino que resulta difícil de soportar e incluso puede llegar a dañar los mecanismos de protección del oído. Fuera de este rango de frecuencia, nuestra capacidad auditiva disminuye rápidamente. Cosa que no les ocurre a los gatos.
Esa es una de las razones por las que es tan difícil pillar desprevenidos a los gatos. Ya puedes andar con cuidado, incluso de puntillas, por casa; ya puedes hablar bajito… que ellos siempre lo perciben. Incluso antes de verte o sentirte cerca, saben que estás o que algo se acerca. Y siempre se adelantan a lo que vaya a ocurrir. Esta peculiaridad de su oído ayuda a felinos más grandes que habitan en entornos salvajes a ser excelentes cazadores. Aunque en el caso de nuestros ARISTOGATOS este aspecto suele ser más bien irrelevante, porque tienen todas las necesidades cubiertas.
Pues bien, a raíz de esto, unos investigadores de Cleveland (Ohio, EE. UU.), están desarrollando un dispositivo con el que se podrá oír como lo hacen los gatos. Este dispositivo, según explican, es diez billones de veces más pequeño que el tímpano humano. Es decir, está hecho a nanoescala. Es imperceptible. De hecho, el dispositivo tiene forma de parche y está constituido por capas atómicas de cristales semiconductores, así que es finísimo. Lo novedoso es que puede recibir y transmitir señales que solo los mininos pueden captar.
Aunque este dispositivo está destinado a formar parte de lo que los científicos llaman «transductores» (dispositivos capaces de transformar o convertir una manifestación de energía de entrada en otra diferente a la salida), es inevitable imaginar qué pasaría si llegara a comercializarse. Podríamos ponernos en los oídos de nuestros gatos. Entenderlos, estar siempre alerta como ellos. Sería toda una experiencia, sin lugar a dudas, que nos permitiría conocerlos mejor y, por extensión, cuidarlos mejor. Sin embargo, parece que habrá que esperar (esperemos que no mucho). Hasta entonces, seguiremos informando.