Todos los que amamos a los ARISTOPETS nos hemos preguntado en algún momento qué será de ellos cuando no estemos —o de nosotros, cuando ellos no estén. Los queremos en nuestra vida presente, pero también en la futura, en caso de que haya una. Prueba de ello es que en algunas ciudades ya existen cementerios para mascotas (Málaga es un buen ejemplo, como ya os contamos en este post). Mientras que en otras, como Nueva York, ya se permite que ARISTOPADRES y ARISTOPETS sean enterrados juntos.
Pero no solo eso. Los resultados de un estudio sobre la vida eterna animal, publicado en la revista Anthrozoös, también dicen mucho al respecto. El estudio contaba con la participación de 800 miembros, todos ellos estadounidenses. Y revelaba que el 45% de los dueños de mascotas creen en el más allá animal, en comparación con el 37.8% de los participantes que no eran propietarios de mascotas. El 59% de los participantes aseguraba creer en la vida eterna humana. Y dentro de ese porcentaje, el 75% aseguraba creer también en la vida eterna de los animales.
La encuesta también encontró ciertos datos demográficos que contribuyen a la creencia de la vida de los animales después de la muerte. Las mujeres, los indios americanos, los nativos de Alaska, los afroamericanos, los budistas, los habitantes del sur y, por supuesto, los dueños de mascotas presentan una mayor tendencia a creer en la vida eterna de los animales.
Los investigadores también descubrieron que los encuestados sostenían diferentes creencias para los distintos animales. El director del estudio, Kenneth Royal, de la Universidad de Carolina del Norte, aseguró que por lo general los perros, los gatos y los caballos fueron clasificados como los más propensos a experimentar una vida futura. Mientras que los insectos, los peces y los reptiles son, según las encuestas, los menos propensos.
Y es que tiene sentido que si hemos compartido nuestra vida con ellos, alberguemos la esperanza de seguir con ellos en la eternidad —en caso de que la haya. A fin de cuentas, cuando pensamos en la vida eterna o en el más allá, tendemos a pensar que será un lugar de felicidad y paz, donde nos encontraremos con nuestros seres queridos. Y por eso, lógicamente, no pueden faltar, puestos a imaginar, ni nuestros ARISTOGATOS ni nuestros ARISTOPERROS. Es un pensamiento reconfortante, cuanto menos.
De hecho, la creencia de que nuestros animales estarán en la otra vida, esperándonos, se remonta a las sagradas escrituras. Recientemente, el Papa Francisco citaba al apóstol Pablo en un discurso dedicado a la vida y la muerte. La cita decía que, viendo Pablo a un niño envuelto en lágrimas a causa de la muerte de su perro, le dijo: «Un día volveremos a ver a nuestros animales en la eternidad de Cristo». En la misma línea, su predecesor, Juan Pablo II afirmaba que no solo los hombres y las mujeres, sino también los animales tienen un «aliento divino».
Sea como fuere y con independencia de las creencias de cada uno, que son muy personales, sí que es cierto que en la cultura popular existe eso que llamamos «el cielo de los perros». Un lugar, cargado de simbolismo, donde tendemos a pensar que van los peludos que ya no están entre nosotros. Todo depende de la esperanza, la imaginación o la fe que uno tenga o deje de tener. En todo caso, siempre nos quedará eso de que «uno vive mientras se le recuerda».